Cada mañana a las 9 en punto el párpado derecho se levantaba en tres movimientos secos. Ras, ras, ras. Solo por un instante parecía guiñar el ojo a los caminantes que circulaban con paso acelerado bajo aquella mirada amenazante. Justo el intervalo de tiempo que pasaba antes de que el párpado izquierdo también se levantase en tres tiempos. Ras, ras, raaas.

Si el balcón abría las cortinas sus colmillos lucían afilados y la velocidad de los transeúntes aumentaba.

Nada podía hacer él por suavizar la situación. Esperaba ansioso el anochecer para poder cerrar los ojos y dejar de sentir por unas horas todas aquellas miradas asustadas que provocaba sin remedio.

«¿Cuándo empezarán las reformas en la fachada? Tal vez entonces pueda por fin llorar o reír…»

[Hace unos días una amiga me dijo que yo era animista. Horas después me envió una foto de la definición que tenía en uno de sus libros del término en cuestión como parte de las características del pensamiento preoperatorio:
Animismo: Para el niño, los objetivos inanimados gozan de las características de los seres vivos y les atribuyen rasgos propios de los seres humanos (conciencia, intencionalidad, sentimientos, características biológicas y psicológicas).

¡Sí!, me declaro absolutamente animista 🙂

Este rostro, al que sigo viendo a menudo abrir y cerrar los párpados, forma parte de una serie de imágenes que he compartido en redes con el hashtag #Iseefaces, un movimiento muy divertido y curioso que comparte fotos de todos aquellos objetos donde quien sube la imagen ha visto, sin lugar a dudas, una cara en él.]

1 thought on “I see faces

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