Martes 10 de octubre, 19:14h.

– Y dígame, ¿cuáles son sus síntomas?
– Pues verá, doctor, es que no puedo parar. Empezó hace unas semanas. Algún día parece que se ha calmao, pero al despertarme el día siguiente vuelve y tol día erre que erre. El caso es que ya no me duele, porque es verdad que ya no me duele. Digo yo que me habré acostumbrao. Pero claro, es que es muy molesto. Para mí y para la gente alrededor, que noto que les molesta también. Y ya no sé…
– No se preocupe. Es una dolencia más común de lo que se imagina. Lo difícil es diagnosticarla. Así que vamos a ser positivos, que usted lo ha identificado y aquí estamos para ponerle remedio.
[El doctor teclea algo en el historial. A continuación, coge papel y boli; garabatea con trazo rápido].
– Le voy a recetar esto, ¿de acuerdo? Tome una dosis en cuanto aparezcan los primeros síntomas. Es importante que siga el tratamiento al pie de la letra y sea constante, ¿eh?
– ¿Después de las comidas?
– No, a cualquier hora. No hay límite de dosis. Manténgalo durante, al menos, dos semanas.
– No sabe lo que se lo agradezco. Muchísimas gracias, doctor.
– Nada mujer, ya verá como pronto se mejora.

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Martes 24 de octubre, 17:23h.

– Buenas tardes, ¿qué tal estamos hoy?
– Pues usted no sé, doctor, pero yo mucho mejor de lo mío. ¡Qué bien funciona lo que me recetó! El caso es que hoy vengo por otra cosa. Vamos, que ya lo puede ver, salta a la vista.
[La paciente se remanga y muestra las erupciones que cubren su piel].
– Ya veo… si, el típico efecto secundario en un caso como el suyo. No se preocupe, que esto lo atajamos con esta crema. Ha salido hace poco y está dando unos resultados excelentes. Ya verá. Se la aplica por la mañana y por la noche. Le voy a indicar también unos antihistamínicos para los picores; que me imagino que le picará bastante.
[El doctor teclea en el ordenador y espera a que la impresora escupa las recetas].
– No sabe lo que se lo agradezco. Muchísimas gracias, doctor.
– Nada mujer, ya verá cómo se mejora.

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Martes 24 de octubre, 17:44h.

– Buenas tardes.
– Buenas tardes, ¿qué le doy?
– Pues mire, me han recetado estas dos cositas.
[Entrega las dos recetas a la farmacéutica que se dirige al fondo y escruta el interior de unos cajones kilométricos. Vuelve. Arranca los códigos de barras, pasa la tarjeta por el lector e introduce ambas cajas en una pequeña bolsa de plástico].
– Pues aquí tiene; son cuatro con treinta, por favor.
[La mujer busca y rebusca en su bolso hasta que localiza la cartera y cuenta las monedas].
– Aquí tiene, se lo doy justo.
[Mientras la farmacéutica comprueba el importe, la clienta vuelve a meter en su bolso el paquete de pañuelos, el boli, las llaves, la funda de las gafas y la libreta que había desperdigado sobre el mostrador].
– Gracias, que se mejore.
[La mujer sale a la calle, para un taxi, se sube y arranca. La farmacéutica repara entonces en unos papeles caídos en el suelo. Los recoge y sale corriendo, pero el taxi se aleja ya dos manzanas abajo. Eleva el brazo, buscando una improbable mirada por el retrovisor. No hay suerte. Vuelve a la farmacia y escruta los papeles. Un ticket de la frutería, la tarjeta de visita de un fisioterapeuta y un papel manoseado. Mira a ambos lados. Se cerciora de que nadie la ve. Deshace el doblez y lo lee].

Paciente: Señora Unquejío
Tratamiento:
Cada vez que sienta la incontrolable necesidad de quejarse, lea esto con calma. Recuerde que es usted, y sólo usted, la perjudicada por su reacción. Piense en esa circunstancia, persona o cosa que motiva su queja. Y diga en voz alta: “¡Que le den por culo!”. Respire hondo y, si puede, trate de sonreír.
Aplíquese este tratamiento tantas veces como sea necesario.

Revisión: En 2 semanas

[La farmacéutica sonríe. Tira a la basura la tarjeta del fisio y el recibo de la frutería. Dobla el pequeño papel y se lo guarda en el bolsillo de su bata blanca.]

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