Tres líneas verticales y una horizontal que las atraviesa. Así son las letras «M» de las iniciales de su firma: Maruja Mallo.

Hasta esas líneas tienen una vida propia saliendo de sus manos. Desde que vi hace años los cuadros de Maruja Mallo por primera vez, me quedé enganchada a las redes y las espigas que rodeaban a las mujeres de su serie «la religión del trabajo», a sus cuadros de máscaras, a sus retratos y a sus cuadernos llenos de apuntes sobre matemáticas y geometría (previos, entre otros, a algunas de las composiciones en cerámica que haría y de las que no se conserva nada; porque las guerras acaban con todo lo frágil, incluido el arte…)

Maruja era, según las palabras de Dalí, «mitad ángel, mitad marisco». Se me quedó grabada esta definición viendo la antológica que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (donde Maruja estudió en su juventud), le dedicó en 2010.

Probablemente su llamativa foto en blanco y negro a orillas del mar cubierta de algas, también ayudó. Ese mundo teatral que escenifica en esa playa de la isla de Pascua evoca a una mujer divertida, original, imaginativa.

Dime tú, si viendo esta foto, no te dan ganas de pasar toda una tarde charlando con esta mujer, escuchando las ideas que le pasan por la cabeza, descubrir cómo pugnan entre sí esa parte alocada y divertida que se desprende de esta foto, con esa otra organizada y cuadriculada que está marcada en el lápiz de sus cuadernos de apuntes.

Lo que parece cierto por todo lo que se lee, se dice y se recuerda de ella, es que María Zambrano tenía razón cuando dijo que «Maruja cometió uno de los errores más destructivos e imperdonables: ser libre«.

Fue tan libre que, como ella misma cuenta en este video, quiso desafiar las normas con un gesto que parece tan sencillo como caminar en un lugar público sin sombrero. Y así, Maruja es miembro casi que «de honor» de ese grupo conocido como «Las Sinsombrero».

Trato de imaginar cuál sería hoy en día la conducta que podría equipararse a esa. Y me pregunto qué pensaría Maruja de grupos como Femen, que han decidido mostrar su desnudez como forma de denuncia y de protesta.

Esta gallega de nacimiento viajó por el mundo, de manera escogida pero también obligada. Se movió en los ambientes culturales de los años 20 y 30 de Madrid y París, participó en las Misiones Pedagógicas de la República en 1936 en Galicia y desde allí, con el estallido de la guerra, se refugió en Portugal y un año después comenzó un exilio que duraría 25 años. Un tiempo en el que viajó y vivió en distintos países latinoamericanos, y donde no deja de trabajar, exponer y crear.

Su biografía está llena de episodios en los que dan ganas de sumergirse para saber más, conocer y entender qué fue de todo lo que sucedió en su entorno, lo que la llevó a crear cada una de sus obras. Lo que marcó su estilo, lo que la inspiró, lo que le robó el sueño…

Visitando hace unos días la pequeña muestra de sus obras que ha reunido la Galería Guillermo de Osma, «Maruja Mallo. Orden y creación», nos contaba el galerista que son pocas las obras que pueden comprarse de Maruja Mallo porque tampoco fue una artista que produjera en exceso. Y que incluso ha habido conocidos casos de venta de falsificaciones (aquí el galerista nos contó largo y tendido el caso de José Bergantiños, famoso por la venta de falsificaciones de grandes artistas – entre ellas Maruja – y que estuvo implicado en el caso de estafa de una de las principales galerías de arte de Nueva York… esto da para otro post entero, pero aquí dejo un enlace a una noticia de hace algunos años al respecto para quien tenga curiosidad y quiera seguir tirando del hilo).

Hay muchos nexos que unen a Maruja con temas y personas interesantes con las que compartió su vida. Muchos. Y sin embargo, esta mujer que con los años fue intensificando los colores de su maquillaje hasta el punto que me recuerda por ello a las representaciones que tenemos de Cleopatra, dijo en una entrevista algo que me parece de una lucidez máxima:

«Mi mayor capital es la soledad porque me da todo. Es un capital. Y yo creo que el hombre se mide por la soledad que aguanta, porque no todos aguantan la soledad.»

Esta forma de capitalismo ya me parece más interesante…

La exposición de Maruja Mallo puede visitarse hasta el día 10 de noviembre en la Galería Guillermo de Osma en Madrid.

Si vas, acércate a los cuadros e inclínate sobre sus cuadernos.

Fíjate en las esquinas donde aparecen anotados de su puño y letra una serie de términos junto a un retrato o sus esquemas con leyes físicas que se mezclan con el diseño de cuerpos humanos en movimiento.

En los pequeños detalles, están las grandes historias.

 

 

 

2 thoughts on “Mitad ángel, mitad marisco

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