Fue un corte seco y certero que rebanó la pared de arriba a abajo con suavidad y firmeza. Quedaron a la vista las conversaciones del desayuno tardío del 1B, los dilemas del “qué me pongo” del joven del 3C y la bronca preruptura de la pareja de hecho del 4A. En el ático interior reinaba el silencio; hacía tiempo ya que Sagrario no tenía a nadie a quien hablar.

 

 

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