Una mañana las lentejas salieron de casa convenientemente instaladas en la bolsa de estampados japoneses. Estaban encantadas de hacer ese viaje en un vehículo tan glamuroso y la compañía de dos distinguidos yogures de soja. La bolsa fue trasladada con sus ocupantes hasta el autobús de la línea 14 que pasa puntualmente a las 08:07 por delante de la Biblioteca Nacional.

La vigilancia de la bolsa se relajó sensiblemente, en parte distraída por un nuevo libro de Blackie Books que había caído en las manos de la transportista. Tan ensimismada estaba que no reparó en que dejaba abandonada a las lentejas y sus compañeras de viaje en el autobús. Solo minutos después, frente al frigorígfico de la cocina de su nueva oficina, la transportista reparó en su terrible despiste.

Sin muchas esperanzas buscó el teléfono de atención de la EMT y dio con una amable voz al otro lado que, como si de un niño perdido se tratase, le pedía detalles.
– «¿Qué contiene la bolsa» , preguntó
– «Unas lentejas y dos yogures«, respondió la transportista
– «¿En qué línea las vio por última vez?»
– «En la 14, hace 10 minutos, tienen que estar aún cerca«, respondió algo nerviosa
– «Déjeme un teléfono, voy a hacer unas averiguaciones y le devuelvo la llamada»

Los minutos pasaron lentos hasta que el teléfono sonó y la voz amable le comunicó que habían encontrado sanas y salvas a las lentejas, pero casi al otro lado de la ciudad. La voz le sugería ir a buscarlas allí, pero ante la decepción de la transportista, que no podía desplazarse hasta allí en ese momento, la voz amable se hizo aún más amable y repitió:
– «Voy a hacer unas averiguaciones y ahora le devuelvo la llamada«.

La transportista volvió a esperar pacientemente hasta que el teléfono sonó de nuevo:
– «Debe usted ir a la parada donde se ha bajado a las 10:20. El conductor del vehículo 8463 le entregará la bolsa»
– «¡Muchísimas gracias!«, repitió la transportista varias veces.

Antes de la hora indicada, no se fuese a adelantar la ruta justo esta vez, la transportista bajó a la parada. Pasaron 3 autobuses de la línea, pero ninguno era el 8463. Finalmente apareció el número inscrito en la cabecera de color azul, la transportista levantó la mano y con una sonrisa entró al autobús en cuanto se abrieron las puertas diciendo:
– «Hola, creo que tienes una bolsa para mí»
El conductor sonrió y se giró para sacar aquella bolsa que contenía, sanas y salvas aunque un poco mareadas, a las lentejas viajeras.

«Fin» (Bueno, el final ha llegado al mediodía cuando las lentejas han sido ingeridas)

(*Nota. Algunos detalles han sido modificados para salvaguardar la identidad de los protagonistas de esta historia. La amabilidad de la EMT y todas las gestiones que ha realizado para rescatar a las lentejas, son verídicas)

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